Los niños, desde que son bebés, necesitan tocar, manipular, chupar, dejar caer, reír,
llorar… y un sinfín de acciones más que propiciará el descubrimiento de diversos
fenómenos químicos, físicos y sociales.
Es fundamental que la manipulación de objetos esté unida
con la experimentación. Dicho de otro modo, la manipulación de objetos sin la
experimentación no permitiría la adquisición de aprendizajes, pero dicha unión
promueve una construcción de conocimientos en el niño que ayuda al desarrollo
tanto físico como cognitivo y emocional del mismo.
Una característica de esto es que
gracias a la unión de ambas el niño tiene la posibilidad de vivir un aprendizaje de
manera real y significativa.
El aprendizaje infantil se forja a partir de una serie de
actividades lúdico‐exploratorias que giran en torno a tres ejes referenciales: el propio
cuerpo, los demás y el medio natural. Todos ellos son fuente inagotable para la
relación y el disfrute de los pequeños.
Una de las cosas imprescindibles para que el niño dé
sentido a su mundo y a todo lo que hay alrededor es que se desarrolle habilidades
motoras, puesto que si un niño no toca, o manipula un objeto, no se mueve en su
ambiente, jamás lo podrá percibir y conocer de manera real, es por ello que para conocer "el otoño" (en este caso) les hemos ido ofreciendo diversos materiales y objetos de la naturaleza para su exploración y manipulación a lo largo del primer trimestre.
Un componente esencial, cuando el niño está manipulando o experimentando a través
de un objeto, es el diálogo. Para ello damos gran importancia a que los niños realicen actividades en grupo o simplemente que verbalice aquello que está realizando
él mismo, además de que procuraremos en todo momento
estimularlo, preguntándole qué es lo que está haciendo, cómo es el objeto que
está manipulando, qué siente cuando toca ese material u objeto…
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